Aunque en la mayoría del territorio español los inviernos suelen ser cortos y secos, el peligro se cierne sobre las vías circulatorias en cuanto las condiciones atmosféricas empeoran. Esto se debe, por un lado, a la poca costumbre que tenemos de conducir sobre superficies de baja adherencia, y por otro, al mal acondicionamiento general de muchas de nuestras carreteras. Un chequeo rápido a nuestro automóvil nos pondrá sobre la pista de qué elementos debemos tener en cuenta para enfrentarnos al invierno con garantías.
La conducción y el funcionamiento del vehículo se resienten en condiciones atmosféricas duras. Los defectos son mucho más evidentes cuando nos desplazamos por una superficie mojada, con barro y aceite flotando en los charcos, lloviendo y con las luces de los demás vehículos deslumbrándonos, que cuando salimos en verano de vacaciones, con el cielo azul, la carretera seca y una visibilidad estupenda. Un vehículo cuyo estado hace tan sólo unos meses era bueno para circular, ahora puede empezar a manifestar sus defectos. Pasarse por el taller para una revisión de invierno es una idea magnífica. Sistema de refrigeración: El refrigerante del motor no es otra cosa que agua enriquecida con componentes químicos que permiten, entre otras cosas, que ésta no se congele en el bloque motor. El anticongelante puede perder sus propiedades por muchas razones. Comprobar su estado actual es una necesidad imperiosa en esta época del año.
Suspensión: La suspensión asegura el contacto de las ruedas con el suelo. Esto es fundamental cuando la superficie de rodadura muestra una adherencia pequeña por estar mojada o helada.
Geometría: La simetría de los trenes nos permite frenar con relativa brusquedad sin que el vehículo haga trompos.
Sistema eléctrico: Si no queremos encontrarnos con sorpresas desagradables, será mejor que revisemos el estado de la batería, pues la demanda eléctrica en invierno es muy alta.
Iluminación: Verificar que los faros son estancos (podemos comprobar esto cuando lavamos el coche) y que su altura y dirección están reguladas. Lámparas cansadas y óxido en los reflectores son deficiencias que pueden llevarnos a un accidente.
Sistema de calefacción: Mantener en el habitáculo una temperatura estable sobre los 22-24 gºC. no es sólo una cuestión de confort. Muy al contrario, afecta de forma notable a la seguridad en la conducción. Si la temperatura se mantiene baja durante bastante tiempo, los cristales tenderán a empañarse, tendremos que conducir con mucha ropa puesta, incluso con guantes, y todo será más difícil e incomodo. Si la temperatura es muy alta, entraremos en un estado de cómodo sopor que mermará nuestros reflejos.
Neumáticos en buen estado: Estos componentes son fundamentales si queremos mantener la dirigibilidad del vehículo sobre el asfalto. Unos neumáticos desgastados, con presiones irregulares o con la goma en mal estado, son garantía de deslizamiento en cuanto las ruedas queden bloqueadas.
La conducción y el funcionamiento del vehículo se resienten en condiciones atmosféricas duras. Los defectos son mucho más evidentes cuando nos desplazamos por una superficie mojada, con barro y aceite flotando en los charcos, lloviendo y con las luces de los demás vehículos deslumbrándonos, que cuando salimos en verano de vacaciones, con el cielo azul, la carretera seca y una visibilidad estupenda. Un vehículo cuyo estado hace tan sólo unos meses era bueno para circular, ahora puede empezar a manifestar sus defectos. Pasarse por el taller para una revisión de invierno es una idea magnífica. Sistema de refrigeración: El refrigerante del motor no es otra cosa que agua enriquecida con componentes químicos que permiten, entre otras cosas, que ésta no se congele en el bloque motor. El anticongelante puede perder sus propiedades por muchas razones. Comprobar su estado actual es una necesidad imperiosa en esta época del año.
Suspensión: La suspensión asegura el contacto de las ruedas con el suelo. Esto es fundamental cuando la superficie de rodadura muestra una adherencia pequeña por estar mojada o helada.
Geometría: La simetría de los trenes nos permite frenar con relativa brusquedad sin que el vehículo haga trompos.
Sistema eléctrico: Si no queremos encontrarnos con sorpresas desagradables, será mejor que revisemos el estado de la batería, pues la demanda eléctrica en invierno es muy alta.
Iluminación: Verificar que los faros son estancos (podemos comprobar esto cuando lavamos el coche) y que su altura y dirección están reguladas. Lámparas cansadas y óxido en los reflectores son deficiencias que pueden llevarnos a un accidente.
Sistema de calefacción: Mantener en el habitáculo una temperatura estable sobre los 22-24 gºC. no es sólo una cuestión de confort. Muy al contrario, afecta de forma notable a la seguridad en la conducción. Si la temperatura se mantiene baja durante bastante tiempo, los cristales tenderán a empañarse, tendremos que conducir con mucha ropa puesta, incluso con guantes, y todo será más difícil e incomodo. Si la temperatura es muy alta, entraremos en un estado de cómodo sopor que mermará nuestros reflejos.
Neumáticos en buen estado: Estos componentes son fundamentales si queremos mantener la dirigibilidad del vehículo sobre el asfalto. Unos neumáticos desgastados, con presiones irregulares o con la goma en mal estado, son garantía de deslizamiento en cuanto las ruedas queden bloqueadas.