Las entidades han descubierto 2.766 casos en la provincia, unos 400 más que el año anterior
Los conductores ocultan daños que ya existían al contratar la póliza o simulan un siniestro.
Según informa Sur Digital, los partes de automóviles suponen el 75,79% del total de los recibidos en Málaga, por un importe medio de 4.866 euros.
Un coche se despeñó por un terraplén. El ocupante falleció en lo que, a priori, parecía ser un desgraciado accidente. Días más tarde, un hombre reclamó el dinero del seguro de vida de la víctima. La aseguradora investigó el parte y descubrió una maquiavélica trama. El único beneficiario había contratado la póliza a nombre de un indigente, al que subió en un automóvil para después, supuestamente, empujarlo al vacío.
El ingenio -y la falta de escrúpulos- de los estafadores no tiene límites. Hay quien llega a simular su muerte para vivir del cuento. De esta guisa, a las compañías no les queda otro remedio que invertir en investigación. Los beneficios son jugosos: por cada euro que ponen sobre la mesa se ahorran 54. No en vano, las aseguradoras destaparon 54.000 fraudes en 2003.
La maquinaria de la picaresca se muestra imparable. Málaga ocupa el quinto puesto en el ránking nacional, con 2.766 casos descubiertos durante el año pasado. Además, la Costa del Sol es una de las provincias andaluzas donde más crece el fraude, con 400 casos más que en 2002, según los informes anuales del grupo Investigación Cooperativa entre Entidades Aseguradoras (ICEA).
Los tropiezos al volante generan el mayor número de fraudes (2.306) en la Costa del Sol. De ellos, la mitad se fraguan en accidentes con daños materiales y corporales. El engaño más común -y más costoso- consiste en obviar en el parte el pequeño detalle de que se conducía bajo los efectos del alcohol. "Si el asegurado tiene un siniestro yendo ebrio, queda excluido de la cobertura", explica el director del Área de Formación de ICEA, José María Olazábal.
En los accidentes de tráfico, la cabeza pensante del engaño suele ser el conductor (80%). "Llegan a simular que viajaban en el asiento del copiloto para cobrar la indemnización a terceros", comenta Olazábal. Pero la trama tiene a veces varios guionistas. En los accidentes que se saldan con desperfectos materiales, el conductor suele actuar en connivencia con la parte contraria, mientras que, en los partes de daños propios, el compinche perfecto puede ser un mecánico del taller de reparación.
En el estudio también se advierte de la complicidad entre el conductor y un "profesional" -por lo general, médico- en los siniestros con lesiones. El más común, el denominado "latigazo cervical", resultado de un choque frontal o trasero, y que se traduce en varios meses de baja laboral. Ahora bien, ¿quién demuestra que a la víctima no le duele el cuello?
La bolsa del fraude es variopinta, aunque los casos más comunes consisten en ocultar daños preexistentes (22,13%), simular un accidente (22,78) y maquillar el siniestro para reclamar desperfectos que están fuera de la cobertura (20,70). A ellos se suman los engaños en los contratos, como por ejemplo suscribir la póliza después del accidente, pero con fecha anterior al mismo, con el beneplácito de alguien de la compañía. Las reclamaciones son sustanciosas: el importe medio de los fraudes evitados asciende a 4.866 euros.
Los conductores ocultan daños que ya existían al contratar la póliza o simulan un siniestro.
Según informa Sur Digital, los partes de automóviles suponen el 75,79% del total de los recibidos en Málaga, por un importe medio de 4.866 euros.
Un coche se despeñó por un terraplén. El ocupante falleció en lo que, a priori, parecía ser un desgraciado accidente. Días más tarde, un hombre reclamó el dinero del seguro de vida de la víctima. La aseguradora investigó el parte y descubrió una maquiavélica trama. El único beneficiario había contratado la póliza a nombre de un indigente, al que subió en un automóvil para después, supuestamente, empujarlo al vacío.
El ingenio -y la falta de escrúpulos- de los estafadores no tiene límites. Hay quien llega a simular su muerte para vivir del cuento. De esta guisa, a las compañías no les queda otro remedio que invertir en investigación. Los beneficios son jugosos: por cada euro que ponen sobre la mesa se ahorran 54. No en vano, las aseguradoras destaparon 54.000 fraudes en 2003.
La maquinaria de la picaresca se muestra imparable. Málaga ocupa el quinto puesto en el ránking nacional, con 2.766 casos descubiertos durante el año pasado. Además, la Costa del Sol es una de las provincias andaluzas donde más crece el fraude, con 400 casos más que en 2002, según los informes anuales del grupo Investigación Cooperativa entre Entidades Aseguradoras (ICEA).
Los tropiezos al volante generan el mayor número de fraudes (2.306) en la Costa del Sol. De ellos, la mitad se fraguan en accidentes con daños materiales y corporales. El engaño más común -y más costoso- consiste en obviar en el parte el pequeño detalle de que se conducía bajo los efectos del alcohol. "Si el asegurado tiene un siniestro yendo ebrio, queda excluido de la cobertura", explica el director del Área de Formación de ICEA, José María Olazábal.
En los accidentes de tráfico, la cabeza pensante del engaño suele ser el conductor (80%). "Llegan a simular que viajaban en el asiento del copiloto para cobrar la indemnización a terceros", comenta Olazábal. Pero la trama tiene a veces varios guionistas. En los accidentes que se saldan con desperfectos materiales, el conductor suele actuar en connivencia con la parte contraria, mientras que, en los partes de daños propios, el compinche perfecto puede ser un mecánico del taller de reparación.
En el estudio también se advierte de la complicidad entre el conductor y un "profesional" -por lo general, médico- en los siniestros con lesiones. El más común, el denominado "latigazo cervical", resultado de un choque frontal o trasero, y que se traduce en varios meses de baja laboral. Ahora bien, ¿quién demuestra que a la víctima no le duele el cuello?
La bolsa del fraude es variopinta, aunque los casos más comunes consisten en ocultar daños preexistentes (22,13%), simular un accidente (22,78) y maquillar el siniestro para reclamar desperfectos que están fuera de la cobertura (20,70). A ellos se suman los engaños en los contratos, como por ejemplo suscribir la póliza después del accidente, pero con fecha anterior al mismo, con el beneplácito de alguien de la compañía. Las reclamaciones son sustanciosas: el importe medio de los fraudes evitados asciende a 4.866 euros.