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    Las mafias roban cada año unos 135.000 vehículos de lujo en España

    1 de julio de 2004
    En el mejor de los casos, seis meses de cárcel, y a la calle. El tráfico ilícito de vehículos es un gran negocio en España, ya que genera unos beneficios multimillonarios para los delincuentes, que se enfrentan, si son detenidos, a una pena mínima, en absoluto equiparable a los réditos que obtienen. Según informa el diario La Verdad, sólo Madrid es una de las principales fuentes de las que se abastecen: se roban 50.000 de los 135.000 vehículos que, de media, se sustraen al año en España. De éstos últimos, entre 30.000 y 40.000 desaparecen para siempre, y los restantes -algunos ya maquillados y listos para su venta- son recuperados por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

    Los grupos organizados, generalmente de los países del Este y, en concreto, de Bulgaria, están detrás de esta actividad, que ocasiona unas pérdidas de cientos de millones de euros en la UE, una cifra exorbitante que cae en las manos de estas redes delictivas y a la que las compañías de seguros deben hacer frente con indemnizaciones, en su conjunto, elevadísimas a los propietarios de los vehículos.

    Además de Madrid, el Levante, la Costa del Sol y Cataluña son las zonas preferidas por estos grupos para conseguir la mercancía, aunque sus tentáculos se extienden a toda España. Turismos, monovolúmenes y todoterrenos de última generación, de lujo, con menos de dos años de antigüedad y de marcas alemanas, son las presas predilectas, aunque, como en muchos negocios ilícitos, trabajan a demanda. "Tú dejas un coche con las llaves puestas y 600 euros en el salpicadero y, si el vehículo no tiene salida, la organización dejará el turismo y se llevará los 600 euros". El ejemplo lo emplea un agente de la Brigada Central de la Udyco (Unidad de Droga y Crimen Organizado del Cuerpo Nacional de Policía) especializado en la investigación de estas organizaciones.

    Una media de 150 desapariciones diarias en Madrid
    Aunque su radio de acción es todo el territorio nacional, este policía y sus compañeros de Unidad no tienen casi tiempo para salir de la región de Madrid, porque el trabajo se les acumula: todos los días, se denuncia sólo en Madrid la desaparición de 150 vehículos, aunque se alcanzan puntas que rondan los dos centenares (el lunes pasado, sin ir más lejos, se sustrajeron 178 automóviles). Varios son robados por chorizos que dejan los automóviles cuando termina el fin de semana, otros caen en manos de delincuentes para cometer robos y muchos van a parar a las organizaciones dedicadas al tráfico ilícito de vehículos, aquellas que investiga la Udyco.

    Estas redes, cuyos cabecillas son búlgaros, aunque cuentan entre sus filas con armenios, ucranianos y moldavos, entre otras nacionalidades del Este de Europa, emplean diversos métodos, incluida la grúa, para hacerse con la mercancía, desde fórmulas muy violentas hasta ingeniosos mecanismos para distraer la atención del conductor y otros más sofisticados, además de aprovechar los descuidos.

    En los últimos años proliferan los individuos que se acercan al propietario del coche y le ponen una pistola en la cabeza (conocido en el argot policial como car jacking) o el grupo que entra en un domicilio para robar las llaves del vehículo (house jacking). En el otro extremo están las organizaciones, como la última que desmanteló la Policía en la Operación Toli hace unas semanas, que atan a los bajos de los coches botes de refrescos vacíos y consiguen así que los conductores, al descender para ver qué ocurre, dejen las puertas abiertas y las llaves puestas, momento que los ladrones aprovechan para llevarse el objeto de sus deseos.

    Estos grupos también se valen, todavía, de los métodos tradicionales para acceder a los vehículos, aunque sean de lujo. Desde un objeto punzante confeccionado a modo de precisa ganzúa hasta la extracción del bombín de la cerradura para duplicar la llave.

    Hasta ahora no ha llegado a Europa la tecnología punta que permita a los ladrones abrir los coches de una manera más sencilla. Sin embargo, desde hace cuatro años, los grupos organizados utilizan en España un sofisticado método, con dos variantes, para cambiar los códigos de seguridad y arrancar así los vehículos de última generación, dotados de complejos sistemas electrónicos de inmovilización para un ladrón "no especializado".

    Uno de los grupos que utilizaba estos mecanismos era la peligrosa organización que la Udyco desarticuló en la operación Toli, en la que se detuvo a 18 búlgaros después de dos meses de trabajo. La principal diferencia entre ambas modalidades estriba en el lugar que eligen para la operación: bien por el cuadro de mandos -que lo desmontan con una sencilla maniobra-, bien por la toma del sistema de chequeo del vehículo, si la hubiere y, por lo general, situada debajo del volante.

    Después, conectan los terminales del vehículo a un ordenador portátil que contiene el software necesario para inutilizar el sistema de seguridad y teclean un sencillo código. El coche ya está listo para llevárselo sin esfuerzo hasta un taller de la organización donde será maquillado para su envío al extranjero a través de intermediarios que vienen a España para recoger el vehículo. Éste se venderá a un precio acorde con el nivel de vida de Mauritania o Bulgaria, por ejemplo. ¿Quién pagaría en esos países 12.000 euros por un automóvil que cuesta 90.000? Por supuesto, gente con dinero. 
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